Caminar en el Espíritu es una parte importante de tu vida espiritual como cristiano. Para hacerlo, necesitas caminar en el sendero que estableció el Espíritu Santo para tu espíritu. Un caminar exitoso requiere que conozcas tu entorno y que actúes en consecuencia.

Método 1
Método 1 de 2:
Pelea la batalla espiritual

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    Encara la batalla. Aunque no lo parezca en el transcurso de tu vida cotidiana, caminar en el Espíritu requiere que tomes parte en la batalla espiritual que se libra alrededor de ti. La maldad y la corrupción siempre tratarán de desviarte. Debes ser consciente de estos peligros antes de que puedas aspirar a evitarlos.
    • Tu "ser espiritual" está en constante batalla con tu "ser carnal". Cualquiera que sea el lado que gane el control de tus creencias y de tus acciones, ganará el control de tu alma y tendrá la victoria.
    • Caminar en el Espíritu significa caminar con el Espíritu Santo de una manera que le permita a tu propio espíritu ganar control.
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    Conoce a tu enemigo. En esencia, tendrás que encarar tres enemigos diferentes pero que tienen conexión: el diablo, el mundo y la carne.
    • Debes saber que la frase "el diablo me hizo hacerlo" es imprecisa. A pesar de que el diablo tiene poder e influencia en el mundo, no puede forzar a alguien que es salvo y camina en el Espíritu a hacer algo. El diablo puede tentarte, pero ceder a la tentación es tu responsabilidad.
    • La influencia del diablo está en el mundo; por tanto, a menudo el mundo te tentará para que te apartes de lo que es bueno y correcto.
    • Identifica a la carne. La carne no es tu cuerpo, aunque los dos componentes tienen conexión. La carne es simplemente la parte de ti que desea los placeres mundanos y rechaza la virtud espiritual.
    • Negarte a satisfacer a la carne rutinariamente fortalecerá a tu espíritu. Al domar la carne, le dices que "no" a los deseos mundanos y "sí" a Dios.[1]
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    Familiarízate con el frente de batalla. Con más precisión, familiarízate con ambos frentes de batalla. Tendrás que prepararte para confrontar la maldad de manera interna y externa.
    • El campo de batalla interno (la mente) se refiere a tu manera de pensar y sentir acerca del mundo que te rodea y de las personas en él. El campo de batalla externo (el comportamiento) se refiere a tu manera de actuar y de hablar en diferentes situaciones.
    • Estos dos frentes tienen conexión. Si tu mente está llena de maldad, finalmente tus acciones la seguirán. Si a menudo consientes el comportamiento malvado, tu mente gradualmente excusará esa maldad.
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    Acéptate por lo que eres. Hay dos componentes en la identificación. Primero, debes reconocerte como un ser humano, lo que significa reconocer tus propias debilidades y limitaciones. Segundo, debes verte por lo que eres en Cristo y entender la fortaleza que proviene de esa nueva identidad.
    • Eres un alma que vive en un cuerpo físico. Como tal, el verdadero bienestar tiene que ver con el estado de tu alma más que con el estado de tu cuerpo.
    • Por tu cuenta no tienes seguridad en contra del pecado, del vicio y de la muerte espiritual.
    • Aceptar a Dios y abrazar tu identidad en Cristo, significa entender que Dios te ama y que está de tu lado.
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    Identifica honestamente tu propia debilidad. Todas las personas se enfrentan con la tentación, pero nadie la enfrenta de la misma manera. Las tentaciones en las que te sientes más débil probablemente no sean las mismas tentaciones en las que tu vecino se sienta más débil. Identifica tus mayores debilidades para que puedas guardarte de ellas con más efectividad.
    • Puedes estar seguro de que el diablo conoce tus debilidades y te atacará en ellas tanto como sea posible. Sin embargo, las buenas noticias son que Dios también conoce tus debilidades y sabe cómo prepararte para trabajar por medio de ellas.
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    Apóyate en tu más grande aliado, el Espíritu Santo. Una vez que entiendas completamente la batalla que libras y el peligro de desviarte, debes reconocer que tu más grande aliado en el conflicto es el Espíritu Santo. Solo al caminar en el Espíritu podrás aspirar a vencer a la carne.
    • El Espíritu Santo te dará la fuerza y la resistencia para pelear la batalla y vivir una vida virtuosa. Tal vez sigas resbalando y tropezando, pero si confías en el Espíritu tu viaje espiritual en conjunto tendrá un resultado positivo.
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Método 2
Método 2 de 2:
Vive un día a la vez

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    Prioriza en tu vida espiritual. Si realmente quieres caminar en el Espíritu, tienes que hacer un esfuerzo consciente para hacerlo cada día. Tu caminar espiritual es el aspecto más significativo de tu vida. Si lo ignoras o colocas otros elementos por delante, es probable que pierdas el camino.
    • Pon lo que es "primero" en el primer lugar. Tu vida diaria está compuesta de varios asuntos (la familia, el trabajo, la escuela, etc.) y cada uno tiene su lugar. Sin embargo, tu caminar espiritual debe estar antes que todo lo demás y tienes que aceptarlo si quieres asegurar tus pasos.
    • Una buena manera de fijar tu mente en el Espíritu es hacer una oración de fe renovada y de dependencia cada mañana al levantarte, de preferencia antes de que hagas alguna otra cosa.
    • Al analizar cualquier situación o circunstancia determinada, piénsala en términos del sentido que puede tener en el Reino de los Cielos antes de preocuparte de cómo se ve desde una perspectiva mundana. Pregúntate si Dios se complacería con algo antes de preguntarte qué es lo que otros podrían pensar.
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    Ora. Pídele a Dios guía y ayuda en tu caminar. Pero lo más importante, ora y luego escucha. Probablemente no escucharás una respuesta audible, pero con frecuencia Dios tiene otras formas de decirte lo que necesitas saber.
    • Usualmente, el Espíritu te susurrará alguna advertencia al corazón cuando hayas encontrado algo malo o peligroso para tu bienestar espiritual. Aprender a interpretar estos susurros puede llevarte algo de práctica, pero con experiencia, es probable que llegues a entenderlos por lo que son.
    • Piensa en cómo se siente conversar con alguien que habla todo el tiempo y nunca te deja hablar. Cuando oras a Dios recitando simplemente una lista de pedidos, no le das la oportunidad de contestarte. En lugar de hacer eso, al orar debes pasar tiempo en la contemplación y la meditación.
    • Dios puede hablarte al poner un pensamiento en tu mente que no tenías u ordenando las circunstancias de una forma especial. Mantén abiertos tus ojos, tu mente y tu corazón mientras te desenvuelves en tu rutina diaria.
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    Examina tu consciencia. Aunque sentir una culpa constante por tus pecados puede desanimarte, debes examinar tu consciencia regularmente y ser honesto contigo mismo acerca de tus errores y de tus tropiezos. Solo al reconocer estas fallas puedes aspirar a vencerlas y a evitarlas en el futuro.
    • Piensa en la imagen de un jardín. Al examinar el jardín de tu vida espiritual, puedes identificar la mala hierba y eliminarla antes de que empiecen a matar las plantas y las frutas saludables. Si siegas sin cuidado, terminarás destruyendo lo bueno junto con lo malo. Sin embargo, si no eliminas nada, lo malo puede terminar estrangulando lo bueno.
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    Escucha, confía y obedece. Deja que Dios se comunique contigo y confía en que Su voluntad es lo mejor. Una vez que aprendas a confiar en la voluntad de Dios, será más fácil para ti obedecerlo. Mientras tanto, tendrás que obedecer la voluntad y los mandamientos de Dios aunque al hacerlo vayas en contra de tus instintos o de tus deseos humanos.
    • Debes obedecer la ley de Dios (las reglas generales que se aplican a toda la humanidad), así como las instrucciones de Dios para tu vida como persona. La ley de Dios se encuentra en la Biblia, pero tendrás que estar atento a cómo te habla Dios en tu propia vida para descifrar las instrucciones personales.
    • Algunas veces, la dirección a la que te conduce el Espíritu será obvia, pero muchas veces, el propósito detrás de esa guía parecerá no tener sentido. Es en esos momentos en los que confiar en el Espíritu Santo es importante. Si crees que Dios te ama y quiere lo mejor para ti, entonces comprendes que Él (que es omnisciente y todopoderoso) te guiará hacia el mejor futuro posible.
    • Entiende que obedecer a Dios significa obedecerle inmediatamente. Postergar tu obediencia es en realidad una forma de desobediencia.
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    Presta atención a los frutos del Espíritu en tu vida. Cuando tu vida empieza a exhibir estos “frutos del Espíritu”, puedes confiar que caminas en el Espíritu como debes. Estos frutos no son responsables de tu salvación, sino que son el resultado natural de la salvación y de un caminar consistente y saludable en el Espíritu.
    • Los frutos del Espíritu, según Gálatas 5:22-23, son amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.[2]
    • Entiende que primero es el caminar y luego los frutos. El solo hecho de imitar los frutos del Espíritu en tu vida no te pondrá en el camino correcto, principalmente porque será imposible que muestres verdaderamente esos frutos en tu pensamiento y en tus acciones a largo plazo. Primero debes seguir al Espíritu. Después de eso, el fruto desarrollará naturalmente.[3]
    • No te desanimes si no muestras todos estos frutos. Es probable que las luchas espirituales te sigan de por vida. Lo importante es que permitas que Dios desarrolle estos rasgos en ti, en Su tiempo.
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    Evita las fuentes de contienda y de conflicto. Cuando venga un conflicto inevitable, tendrás que permanecer firme. Dicho eso, debes mantener un espíritu de paz y de amor en lo que se refiere a tus propias acciones. Evita la contienda para que puedas crecer en tu caminar espiritual. También debes evitar propagar el conflicto por el bien de los otros.
    • Otra forma de decirlo sería “no busques problemas”. Cuando los problemas te busquen, deja que Dios te guíe a través de ellos. Sin embargo, saber que Dios te guiará a través de las dificultades no es una razón para crearlas.
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    Habla con cuidado. Las palabras tienen un gran poder que las personas notan a menudo. Las palabras que escoges (cómo las dices y cuándo las dices) pueden ayudarte a mantener tu caminar o a hacerte perder rápidamente el equilibrio.
    • Escucha a otros antes y piensa en lo que escuchas antes de hablar.
    • Permite que el Espíritu Santo guíe las palabras y los motivos detrás de lo que dices.
    • Evita decir algo impulsivo. No hables con crueldad de alguien o uses tus palabras para dañar a otro. Recuerda que no te puedes retractar de lo que dices. Una vez que hablas, las palabras continúan en el aire sin importar cuánto trates de hacer las paces después.
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    Controla tu enojo. Hay momentos en los que estarás justificadamente molesto y eso está bien. Sin embargo, la furia ciega y la ira deben evitarse, pues esa clase de enojo tiene la tendencia de destruir en vez de edificar. El enojo destructivo solo hará que tu caminar sea más difícil de controlar.
    • Debes ser lento para la ira. No permitas que tu enojo te controle y controle tu manera de tratar a otros.
    • Cuando te enojes, pregúntate qué es lo que causa que te enojes. Un enojo justificado tiene raíces espirituales y se dirige hacia el pecado y la injusticia. El enojo destructivo tiene raíces mundanas y con frecuencia se convierten en rencores que se mantienen en contra de personas específicas.
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Categorías: Catolicismo
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