Los cinco sentidos básicos son el olfato, la vista, el gusto, el tacto y el oído. Estos sentidos se basan en sensaciones materiales: permiten percibir elementos que existen físicamente alrededor de los seres humanos. La idea del sexto sentido es que, además de esos cinco elementos básicos, el ser humano cuenta con un sexto sentido que guarda armonía con sensaciones más ligeras, no físicas, no evidentes ni perceptibles por los otros cinco sentidos. El sexto sentido a veces es descrito como una intuición o la sensación de saber algo sin recurrir al conocimiento almacenado previamente.[1] En el siguiente artículo, aprenderás cómo y por qué acceder a tu sexto sentido.

Parte 1
Parte 1 de 3:
Acceder a tu intuición

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    Cultiva tu intuición. La intuición indica un presentimiento, es decir, algo que sabes o crees que es probable que se base en una sensación instintiva más que en un razonamiento consciente. Cuando te agrada o desagrada alguien que acabas de conocer, o presientes algo bueno o malo sobre algo que está a punto de suceder, se considera una sensación intuitiva.
    • Los científicos creen que la intuición es una forma de procesamiento rápido de información y una habilidad que se puede desarrollar con práctica y atención.[2]
    • La habilidad de usar la intuición se desarrolla por una exposición constante a varias situaciones y resultados: mientras más ricas y complejas sean tus experiencias, será más probable que desarrolles el conocimiento inconsciente e intuitivo sobre una amplia variedad de situaciones y experiencias.
    • Por consiguiente, el desarrollo de tu intuición empieza exponiéndote a las personas, lugares y cosas, y observándolas atentamente. Presta mucha atención a tus sentimientos como respuesta a los elementos que encuentres. Fíjate cómo te sientes y reaccionas frente a ellos, a lo mejor incluso puedes llevar un diario en el que anotes estas sensaciones y las circunstancias que las causaron.[3] Mientras más practiques para observar a los demás y a tus reacciones inconscientes, más armonía guardarás con tu intuición.[4]
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    Lleva un diario de tus sueños. Se cree que los sueños son expresiones inconscientes de los sentimientos, pensamientos e ideas. Como tal, pueden contener información intuitiva valiosa sobre lo que tu mente consciente tal vez no sepa.[5]
    • Convierte en un hábito el hecho de anotar todo lo que puedas recordar sobre tus sueños en cuanto te despiertes. Anota las personas, los acontecimientos, lugares, objetos y sentimientos.
    • Establece conexiones entre el contenido de tus sueños y tus sentimientos o las situaciones de tu vida consciente.
    • Cuando empieces a establecer conexiones entre tu experiencia consciente e inconsciente, conocerás mejor y estarás más en armonía con las ideas ligeras y experiencias debajo de la superficie de tu conciencia inmediata.
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    Escribe libremente. La escritura libre implica sentarte con una hoja de papel en blanco y anotar cualquier pensamiento que se te venga a la mente. La escritura libre puede ser una práctica sumamente útil porque te permite acceder a la parte de tu conciencia que existe antes de que tu mente racional interceda.[6]
    • Para escribir libremente, siéntate en un lugar tranquilo y sin distracciones. Saca una hoja de papel en blanco y empieza a escribir lo que se te venga a la mente, aunque al inicio solo sea “No sé sobre qué escribir”.
    • Sigue escribiendo hasta que te quedes sin pensamientos.
    • Si necesitas más indicaciones para empezar, puedes empezar preguntándote algo como “¿A qué le debo dar una respuesta” o “¿En qué he estado pensando últimamente?”.[7] Te sorprenderá hasta dónde puedes llegar con la escritura libre y las ideas inesperadas con las que te encontrarás.
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Parte 2
Parte 2 de 3:
Cultivar tu percepción

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    Aprende a prestar atención a las pequeñas cosas. Parte de desarrollar el sexto sentido es aprender a prestar mucha atención a lo que te rodea, en particular a los detalles pequeños o instantáneos.
    • Mientras más atención prestes a tus alrededores, más consciente serás de los ligeros cambios y variaciones y más en armonía estarás con el mundo que te rodea.[8]
    • Mejorar tu percepción de esta manera te ayuda a darte cuenta de las ligeras modificaciones y cambios en tu ambiente, y al final a anticipar ciertas cosas antes de que sucedan.
    • Por ejemplo, imagina una calle por la que pasas con frecuencia. Imagínatela lo más cerca posible y con la mayor cantidad de detalles posibles. ¿En dónde se ubican las diversas tiendas? ¿Qué señales de tránsito tiene? ¿Cuál es el reglamento de estacionamiento? ¿Qué paisaje tiene la calle? Anota todos los detalles que puedas recordar y después ve a la calle y llena los espacios vacíos de tu memoria. Anota una descripción detallada de lo que veas. Luego, sométete a prueba para ver con cuánta precisión recordaste los detalles que anotaste. Aprende a prestar atención y a asimilar este nivel de detalles en cualquier lugar al que vayas.
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    Graba lo que veas. Enséñate a concentrar tu atención hacia afuera en vez de hacia adentro. Esto te ayudará a desarrollar sensibilidad a lo que suceda alrededor de ti y te enseñará a callar tus propios pensamientos y preocupaciones cuando sea necesario.
    • Lleva un cuaderno contigo cuando vayas a diferentes lugares. Anota lo que veas y sientas con la mayor cantidad de detalles que sea posible. Conviértelo en una práctica normal hasta que te veas haciéndolo de forma automática, con o sin cuaderno.
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    Aprende a ver y a escuchar con atención. Cuando hables con alguien, practica para prestarle toda tu atención. Cuando aprendes a observar a alguien de cerca y atentamente, por lo general aprendes a captar las pistas pequeñas y casi imperceptibles que indican lo que esa persona en realidad siente o piensa.
    • Anota las pequeñas variaciones en su tono y entonación; mira el movimiento de sus ojos y la contracción o dilatación de sus pupilas; presta atención a las palabras que digan, y a las pausas y silencios entre sus palabras.
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    Ejercita tus sentidos no visuales. Uno tiende a confiar en la vista para interpretar el mundo que le rodea, tanto que la vista predomina los otros sentidos. Sin embargo, si te esfuerzas a conciencia en priorizar los otros sentidos, puedes empezar a percibir variaciones más sutiles en el ambiente que anteriormente no conocías.
    • Cierra los ojos y usa tus otros sentidos para percibir a las personas cuando caminen. Presta atención al sonido de su ropa, pasos y respiración. Presta atención a su olor. Presta atención a los cambios ligeros en el aire alrededor de ellos cuando se mueven. Presta atención a cualquier cambio de temperatura que aparezca cuando pasen. Fíjate si puedes detectar a dónde se dirige su atención y si puedes saber cuándo te prestan atención.
    • Mientras te vuelvas más sensible a las personas y a la energía que emanan, fíjate si puedes prestar atención al tipo de energía de cada persona que pase. ¿Puedes percatarte de cualquier tensión o energía negativa o positiva?
    • Evalúa la energía de los ambientes a los que entras. ¿Puedes sentir cualquier energía positiva o negativa?
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Parte 3
Parte 3 de 3:
Callar tu mente

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    Dirige tus pensamientos hacia afuera. Cuando te concentras demasiado en el diálogo en tu cabeza, no ves con facilidad lo que sucede con otras personas y cosas en el mundo que te rodea.
    • Cuando te veas atrapado en tu cabeza, dirige tu concentración hacia afuera y presta atención a las personas, los lugares y las cosas que te rodean.
    • Calla tu mente diciéndote que no debes pensar en lo que suceda en tu cabeza. En vez de eso, mantente tranquilo y sereno.
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    Desarrolla una práctica de meditación. Parte de aprender a guardar armonía con el mundo que te rodea es aprender a callar tu mente y a observar con calma. La meditación entrena tu mente y saca su desenfreno normal y te permite acceder a la calma interna de tu cuerpo.[9]
    • Empieza encontrando un lugar tranquilo en el que te puedas sentar en silencio.
    • Cierra los ojos, y empieza a prestar atención a los sonidos, olores y sensaciones físicas que te rodean.
    • Respira hondo y con regularidad, concentrándote en tu respiración por tu diafragma y prestando atención a la pausa entre cada respiro.
    • Cuando cualquier pensamiento aparezca en tu mente, déjalo pasar poco a poco y con calma. No lo sigas.
    • Poco a poco aumenta el tiempo que pases meditando. Al inicio, es posible que solo practiques 5 minutos al día. Poco a poco aumenta a 10 minutos al día, luego 15 y después 20.
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    Sal a pasear. Salir a pasear de forma habitual puede ser una forma excelente de salir de tu mente consciente y entrar en un estado más intuitivo y sensorial.
    • Encuentra un lugar tranquilo por dónde caminar. Muchas personas sienten que estar cerca de la naturaleza les ayuda a conectarse a un lugar más grande que ellas, lo cual les ayuda a guardar más armonía con el mundo que les rodea y a obsesionarse menos con su mente consciente y racional.
    • Cuando camines, saca tu atención adrede. Concéntrate en lo que veas, huelas, pruebes y toques. Percibe los sonidos más pequeños que puedas. Presta mucha atención a los cambios pequeños en el paisaje. Siente los cambios más pequeños en la temperatura, viento y presión.
    • Lleva un cuaderno en el que registres lo que percibas. Anota lo que observes y cómo reaccionas a esas percepciones.
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Consejos

  • Estar en armonía y cultivar tu sexto sentido o intuición juega un rol importante en mantener tu estado mental calmado y equilibrado. Cuando recurres con frecuencia a tu mente intuitiva, recurres a tus sentimientos, pensamientos e ideas que no siempre son evidentes para tu mente consciente. Hacerlo te permite reconocer y abordar los sentimientos o ideas que te puedan estar afectando negativamente.[10]
  • También se cree que el desarrollo del sexto sentido o intuición aumenta la imaginación y creatividad, lo cual es muy útil si eres creativo o usas tu mente con frecuencia.[11]
  • Mientras tomes más conciencia sobre los demás y el mundo que te rodea, serás más compresivo y empático. Cultivar la intuición es una manera excelente de sentirte más cerca de las personas y cosas que te rodean.
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Categorías: Filosofía y religión
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