Muchas veces, los niños autistas se sienten sobreexcitados ante estímulos como el tacto, el sonido o la luz. También pueden sentirse abrumados y frustrados ante sucesos inesperados, como un cambio en su rutina cotidiana.[1] Dado que los niños autistas suelen tener dificultades para comprender y comunicar lo que experimentan, pueden reaccionar con pataletas exageradas, a veces llamadas "colapsos emocionales", ante la sensación de impotencia. Durante un colapso, el niño puede gritar, agitarse de forma salvaje, destrozar objetos o, incluso, responder violentamente a otras personas. Los niños autistas pueden enervarse con facilidad, por lo que es importante que sus padres sepan cómo tranquilizarlos. Cada niño es diferente, así que deberás probar varias técnicas para encontrar la que mejor funcione con tu hijo.

Método 1
Método 1 de 3:
Evitar y lidiar con los colapsos

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    Averigua cuál es el detonante del colapso. Averiguar la causa podrá ayudarte a mantener al niño alejado de lo que sea que le haga sentirse mal y estallar. Este paso es importante para poder tranquilizar a un niño autista. Observa a tu hijo e intenta averiguar cuáles son los factores desencadenantes de determinados comportamientos. Si un padre o un cuidador está atento a estos detonantes, será más fácil evitarlos.
    • Utilizar una libreta para anotar los detonantes comunes en el niño te ayudará a evitar los factores causantes de sus colapsos emocionales. También puedes utilizar una aplicación del celular para registrar cada colapso junto con su causa correspondiente.
    • Algunos de los detonantes de colapsos más comunes en los niños autistas son: los cambios o las interrupciones en su rutina habitual, el exceso de estímulos, la frustración y las dificultades para la comunicación.[2]
    • Los colapsos emocionales son diferentes a un berrinche o una pataleta. Una pataleta es intencionada, surge como estrategia para manipular al adulto y se acaba en cuanto este cede a los deseos del niño. Sin embargo, los colapsos tienen lugar cuando una persona autista se estresa hasta tal punto que pierde el control y se siente impotente, sufriendo una crisis que se detendrá después de seguir su curso.
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    Sigue una rutina. Si hay una rutina que seguir, el niño podrá predecir lo que pasará a continuación en cada momento. Esto le ayudará a mantenerse tranquilo.
    • Los horarios ilustrados podrán ayudar al niño a visualizar la rutina del día o de la semana.
    • Si sabes que va a haber algún cambio en la rutina de un día determinado, asegúrate de tomarte el tiempo de preparar a tu hijo para ello. Háblale de estos cambios con suficiente antelación y explícale en qué consistirán con paciencia y claridad.
    • Si vas a introducir a tu hijo en un nuevo entorno, será mejor que lo hagas en un momento en que haya menos estímulos. Esto significa llevar a tu hijo a ese lugar cuando menos ruido y gente haya, por ejemplo.
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    Comunícate claramente con tu hijo. La comunicación verbal supone una fuente de frustración para muchos niños autistas. Háblale con paciencia, respeto y mucha claridad.
    • Evita gritar o adoptar un tono agresivo, ya que las subidas de tono pueden empeorar las pataletas y los colapsos.[3]
    • Si utilizar la comunicación verbal es difícil para tu hijo, prueba a comunicarte con él mediante imágenes o alguna forma de AAC (siglas de "audio código avanzado" en inglés).[4]
    • Recuerda que la comunicación es igual de importante en ambas direcciones. Escucha siempre a tu hijo, y deja claro que valoras y respetas todo lo que dice. Hazle preguntas si necesitas aclarar algo para evitar posibles colapsos relacionados con la frustración.
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    Distrae al niño si sospechas que la causa de sus colapsos es emocional o psicológica. A veces, cuando un niño autista está triste, puede sentirse mejor si se entretiene con algo. Prueba a jugar con él y con su juguete favorito de forma entusiasta, a ver con él su vídeo favorito o a ponerle su canción favorita. Si es posible, incluye alguno de sus intereses especiales.
    • Las distracciones no siempre funcionan. Por ejemplo, hacerle preguntas al niño sobre la colección de rocas de tu hermana podrá distraerlo de su miedo a recibir la inyección de la vacuna contra la gripe, pero no servirá de mucho si el problema es que la costura del vestido la molesta como si tuviera un ejército de hormigas de fuego sobre la piel.
    • Una vez que el niño haya vuelto a la calma, es aconsejable hablar con él sobre lo que le haya hecho empezar a enfadarse o ponerse nervioso. Pregúntale qué ha pasado y trabaja con él para encontrar formas de evitar que vuelva a darse esta situación.[5]
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    Modifica el entorno del niño. Es posible que tu hijo esté triste o se sienta mal debido a su hipersensibilidad y a su percepción magnificada de los estímulos externos. Si esto ocurre, es aconsejable llevar al niño a un lugar diferente o modificar el entorno del lugar en el que esté (por ejemplo, apagando la música o bajando el volumen) para reducir el estrés causado por los estímulos externos.
    • Por ejemplo, si el niño encuentra molestas unas luces fluorescentes, será mejor llevarlo a una habitación con otro tipo de iluminación en lugar de obligarlo a soportar su malestar.
    • Si el niño se encuentra en un lugar en el que el entorno no se puede modificar fácilmente, toma precauciones. Por ejemplo, puedes darle unas gafas de sol (para evitar la hipersensibilidad a la luz) o unos tapones para los oídos (para aislarlo del ruido), de forma que pueda usarlos en espacios públicos cuando lo crea necesario. Piensa en todas las precauciones que puedas tomar para que el niño se sienta cómodo en distintos entornos.
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    Déjale espacio a tu hijo. A veces, los niños solo necesitan algo de tiempo antes de volver a interactuar con los demás.[6] Deja que se siente durante un rato para calmarse, preferiblemente en un lugar con estímulos sensoriales limitados.
    • Piensa en la seguridad. Nunca dejes a un niño pequeño solo y sin supervisión de un adulto, ni encierres a alguien en una habitación. Asegúrate de que el niño esté a salvo y pueda salir de la habitación cuando quiera.
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    Después del colapso, habla del tema con tu hijo. Dirige la conversación hacia la búsqueda de soluciones. En lugar de culpar o castigar a tu hijo, háblale de posibles formas de evitar estos colapsos y de lidiar mejor con el estrés.[7] Prueba a hablar con él sobre:
    • lo que cree que puede haber causado su colapso (escucha con paciencia);
    • cómo evitar situaciones similares en el futuro;
    • estrategias más efectivas para lidiar con el problema (hacer un descanso, contar, hacer respiraciones profundas, pedirle a alguien que se vaya, etc.);
    • un plan de escape para futuros colapsos o pataletas.

Método 2
Método 2 de 3:
Tranquilizar al niño mediante masajes con presión profunda

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    Aplica presión profunda. Los niños autistas muchas veces procesan las sensaciones de forma diferente, lo cual puede resultarles estresante o, incluso, doloroso. Aplicar presión profunda puede ayudar a que los músculos se relajen.[8]
    • Envuelve al niño en una manta de forma que quede ceñida al cuerpo o a extender varias mantas sobre él. El peso de las mantas ejercerá una presión relajante sobre su cuerpo, pero deberás asegurarte de no cubrirle la cara para evitar que su respiración se vea afectada.
    • Puedes crear o comprar herramientas diseñadas para aplicar presión profunda a través de Internet. Existen diferentes posibilidades, como juguetes, chalecos, almohadillas para el regazo y mantas con peso añadido.
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    Dale al niño un masaje aplicando presión profunda. Los masajes son una buena forma de interactuar con el niño, además de servir para aplicarle presión profunda, lo cual también puede ayudarles a fortalecer la relación entre padre e hijo.[9] Coloca al niño entre tus piernas. Ahueca las manos sobre sus hombros y aplícale presión. Después, desliza las manos lentamente sobre sus brazos y sus hombros.
    • Si no te sientes cómodo, plantéate la posibilidad de pedirle consejo a un masajista profesional. También puedes preguntarle a alguien a quien sepas que se le dan realmente bien los masajes en la espalda.
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    Haz presión con almohadas. Este método consiste en colocar al niño sobre una superficie blanda como, por ejemplo, una almohada o el cojín de un sofá. Deja que el niño se tumbe o se siente y, después, utiliza una segunda almohada (u otro cojín) para aplicarle presión profunda sobre el torso, los brazos y las piernas mediante movimientos lentos y pulsantes.
    • Nunca cubras la cara del niño, lo cual podría causar asfixia por accidente.

Método 3
Método 3 de 3:
Tranquilizar al niño mediante ejercicios de estimulación vestibular

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    Comprende el funcionamiento de los ejercicios de estimulación vestibular. El sistema vestibular está relacionado con el equilibrio y el sentido de la orientación espacial. Los ejercicios vestibulares ayudarán a calmar al niño mediante movimientos de balanceo o vaivén.[10]
    • Los movimientos repetitivos calmarán al niño y desviarán su atención hacia las sensaciones físicas.
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    Colúmpialo hacia detrás y hacia delante. Coloca al niño en un columpio y empújalo dándole un suave impulso. Reajusta la velocidad del balanceo, ralentizando o acelerando el movimiento, hasta que el niño se tranquilice. Si el balanceo parece empeorar las cosas, para.
    • Puede ser buena idea instalar un columpio de interior en casa para incluir esta técnica a los métodos cotidianos de relajación.[11] De esta forma, podrás recurrir al columpio sin importar el tiempo que haga.
    • Algunos niños son capaces de columpiarse por sí mismos. Si es el caso de tu hijo, sugiérele amablemente que vaya a su columpio.
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    Dale vueltas al niño en una silla giratoria. Girar es un ejercicio vestibular estimulante.[12] Probablemente, esta actividad detenga el colapso al desviar su atención del factor desencadenante y dirigirla hacia una sensación física agradable.
    • Las sillas de oficina suelen funcionar mejor porque giran fácilmente.
    • Asegúrate de que el niño esté firmemente sentado y gira la silla lentamente para evitar accidentes y lesiones.
    • Unos niños prefieren dejar los ojos abiertos al girar, mientras que otros tienden a cerrarlos.

Consejos

  • Háblale en un tono tranquilo y suave.
  • Acepta y canaliza tus propios sentimientos de frustración para evitar pagarlos con tu hijo.
  • Relaciónate regularmente con profesores y otros cuidadores para asegurarte de que sean constantes con la atención especial que necesita tu hijo.

Advertencias

  • Dirígete a tu hijo con cuidado si está sacudiendo o lanzando cosas, o si puede sentirse acorralado. Podría hacerte daño accidentalmente.
  • Si te preocupa que tu hijo pueda hacerse daño o hacer daño a los demás, o si te sientes abrumado y no sabes qué hacer, pídele ayuda a otro cuidador.

Acerca de este wikiHow

Trudi Griffin, LPC, MS
Coescrito por:
Consejera profesional
Este artículo fue coescrito por Trudi Griffin, LPC, MS. Trudi Griffin es un consejero profesional con licencia en Wisconsin especializado en adicciones y salud mental. Brinda terapia a las personas que luchan contra las adicciones, la salud mental y los traumas en entornos de salud comunitaria y práctica privada. Recibió su maestría en Consejería Clínica de Salud Mental en la Universidad Marquette en 2011. Este artículo ha sido visto 92 326 veces.